Juan Manuel, la novela

En una ciudad anclada en sus prejuicios, anquilosada en los conceptos barrocos y la futilidad de la mansedumbre social, en el barrio de la Macarena, nace Juan Manuel. El genio. El hombre capaz de transformar su hermandad hasta convertirla en modelo, hasta elevarla a la consideración de única. Su infancia, sus amigos, sus amores configuran una existencia primada por la gracia de concebir la belleza para que fuera lucida por Ella.

Sevilla y Madrid. París y Sicilia. La Macarena y Montparnasse. El Guadalquivir y el Sena.  Destinos para descifrar la trama de una vida llena de grandiosidades, para ir alineando la inspiración hasta desentrañar la grandiosidad de un beso que nunca se dio, la inmensidad del recuerdo del rostro de una mujer emergiendo del sepia de una foto o la exorbitante contrariedad de los desaires de la soledad ante la pérdida del amigo, del torero.

                Un hombre apasionado, sencillo, honesto, caritativo que se vio sorprendido por el inexorable y severo estado de los seres cuando la envidia y el miedo se adueñan del alma. Un hombre necesario que vio mermada su gloria por su condición. Un hombre que cambió el rumbo y la concepción del arte litúrgico sin cambiar su vida, sin intentar cambiar la de su detractor aun conociendo su gran secreto.

                Los duques de Montpensier, los Gallos, Antonio Susillo, Fortuny, Joselito. La gente de la Macarena, la tita Pepa, las hermanas Antúnez. Un arcón, un diario, unos trozos de terciopelos. Todos fueron testigos de los prodigios del hombre que renunció a todo por amor, por no separarse de lo que más quería, de Ella. Y la memoria superó a la ingratitud y a la injusticia y emergió, entre las brumas del tiempo, la figura de Juan Manuel.